Izanagi e Izanami: los mitos de la creación de Japón

  • El mito de creación japonés gira en torno a los dioses Izanagi e Izanami y su misión divina.
  • De su unión surgen las islas del archipiélago japonés y decenas de deidades naturales.
  • La muerte de Izanami y el descenso de Izanagi al inframundo marcan el inicio del ciclo vida-muerte.
  • Esta mitología cimenta la base espiritual del sintoísmo y la legitimidad del linaje imperial.

Mitos japoneses sobre la creación del mundo

La mitología japonesa es un vasto universo de relatos que mezclan lo divino con lo humano, lo espiritual con lo natural. Estas narraciones, que durante siglos se han transmitido tanto de forma oral como escrita, conforman los pilares del folclore y la cosmovisión japonesa, y ninguna de ellas es tan emblemática como el mito de la creación del mundo y de las islas que hoy forman Japón. Este relato fundacional, protagonizado por los dioses Izanagi e Izanami, no solo explica la génesis del cosmos y de su geografía, sino que moldea la identidad espiritual del pueblo japonés desde tiempos inmemoriales.

A través de fuentes antiguas como el Kojiki o el Nihon Shoki, considerados las crónicas más antiguas de la historia del país, se ha conservado este relato mitológico que describe no solo el nacimiento del archipiélago nipón, sino también el surgimiento de las principales deidades conocidas como kami, las fuerzas sagradas que lo habitan todo.

El caos primordial y el encargo divino

En una época en la que aún no existían el cielo y la tierra diferenciados, el universo era una masa caótica y sin forma. Poco a poco, las partículas más ligeras fueron ascendiendo y formando el cielo, mientras las más pesadas se fueron solidificando en la base, dando forma a la tierra. En ese contexto primigenio aparecieron varios dioses ancestrales, pero fue a la pareja divina formada por Izanagi, el dios masculino, e Izanami, la diosa femenina, a quienes se les asignó la misión de continuar la creación.

Ambos descendieron desde el cielo a través del Puente Flotante Celestial, llamado Ame-no-ukihashi, y portaban la Lanza Celestial, o Ame-no-nuboko, una arma sagrada con la que debían remover el océano primordial. Al agitar las aguas con la lanza, gotas saladas cayeron desde su punta, solidificándose y formando la primera isla, que llamaron Onogoro.

Encantados por este primer resultado, Izanagi e Izanami decidieron construir una vivienda divina en esa isla, clavando la lanza para formar el famoso Pilar Celestial, en torno al cual realizarían un ritual matrimonial para continuar la creación del mundo.

Izanagi e Izanami en la mitología japonesa

El ritual del matrimonio divino

Para dar comienzo a la creación de nuevas tierras y dioses, Izanagi e Izanami iniciaron un rito matrimonial. La ceremonia consistía en caminar alrededor del pilar en direcciones opuestas y encontrarse en el otro lado. En su primer intento, fue Izanami quien habló primero, rompiendo así lo que más tarde los dioses consideraron como el orden correcto del ritual. Producto de esa unión nacieron criaturas defectuosas o malformadas, como un niño similar a una sanguijuela, que fue abandonado a la deriva en un bote de juncos.

Tras consultar a las deidades celestiales, recibieron el consejo de repetir el ritual, esta vez con Izanagi hablando primero. El nuevo intento fue exitoso y de su unión comenzaron a nacer dioses y tierras en perfecto estado. Surgieron así las principales islas del archipiélago japonés, como Awajishima, Shikoku, Kyūshū y muchas otras.

Cada nacimiento fue acompañado de la aparición de nuevas deidades, vinculadas con la naturaleza: los dioses del mar, del viento, de los árboles, de los ríos, de los cultivos y de la pesca. El país se iba formando poco a poco no solo geográficamente, sino también espiritualmente, pues cada elemento tenía asociado un kami protector.

La tragedia del dios del fuego y la muerte de Izanami

El drama no tardó en llegar a esta historia divina. Cuando Izanami dio a luz al dios del fuego, Kagutsuchi, sufrió quemaduras tan graves durante el alumbramiento que terminó muriendo. De su agonía surgieron nuevas deidades nacidas de sus fluidos corporales: su vómito, su orina, sus excrementos. Este momento marca el fin de la creación conjunta de Izanagi e Izanami, que hasta entonces habían dado origen a más de una treintena de dioses.

El dolor de Izanagi por la pérdida de Izanami fue tan profundo que decidió viajar al Yomi, el mundo de los muertos, con la esperanza de recuperarla. Pero al encontrarla en estado de descomposición, presa del horror, huyó aterrorizado. Izanami, enfurecida por su traición, prometió llevarse mil vidas cada día del mundo de los vivos, a lo que Izanagi respondió que él generaría cada día mil quinientos nacimientos. Así se estableció el ciclo entre la vida y la muerte.

El ritual de purificación de Izanagi y el nacimiento de grandes deidades

Tras regresar del Yomi, Izanagi se sintió impuro por haber estado en contacto con la muerte. Por ello, llevó a cabo un ritual de purificación en el lecho de un río. Durante este acto sagrado, al deshacerse de sus ropas y lavarse distintas partes del cuerpo, nacieron más divinidades.

Lo más destacado de esta purificación es que al lavar su ojo izquierdo nació Amaterasu, la diosa del Sol; del ojo derecho surgió Tsukuyomi, el dios de la Luna; y de su nariz emergió Susanoo, el dios del mar y de las tormentas. Estas tres deidades, hijos directos de Izanagi, se convierten en los dioses principales del panteón japonés antiguo.

Más adelante, Izanagi asignó responsabilidades a cada uno: Amaterasu se convertiría en regente del cielo y portadora de luz; Tsukuyomi en el guardián de la noche; y Susanoo fue destinado a vigilar los mares, aunque él quería reunirse con su madre en Yomi, lo que provocó su destierro.

Conflicto y reconciliación divina: Susanoo y Amaterasu

Antes de su exilio, Susanoo quiso ver a su hermana Amaterasu, aunque sus verdaderas intenciones eran traicioneras. Amaterasu, desconfiando de él, se preparó para el encuentro armada. Sin embargo, Susanoo usó su carisma para convencerla de formar una alianza y realizar un acto de creación conjunta como símbolo de confianza. De su espada nacieron tres diosas; de las joyas de Amaterasu, cinco dioses más.

Pronto comenzó una disputa por los hijos nacidos, ya que ambos creían tener derechos sobre ellos. El conflicto escaló cuando Susanoo, en señal de provocación, cometió actos de vandalismo como destruir campos de arroz, bloquear canales e incluso defecar en el templo preparado para una ceremonia de cosecha. El punto de ruptura llegó cuando arrojó un caballo desollado en el taller de tejido de Amaterasu, causando una muerte accidental y su posterior autoencierro en una cueva sagrada.

La desaparición del sol y el regreso de Amaterasu

Con Amaterasu oculta en la cueva, el mundo fue envuelto en una prolongada noche. Sin sol, todo quedó sumido en sombras y caos. Para remediar esta situación, los dioses organizaron una ceremonia festiva frente a la cueva, decoraron árboles, encendieron fuegos, hicieron sonar tambores y convocaron a la diosa Amanouzume para que realizara una danza provocativa.

El objetivo era despertar la curiosidad de Amaterasu, quien, al escuchar el alboroto, se asomó desconcertada. Fue entonces cuando vio su reflejo en un espejo mágico colocado estratégicamente y, al quedar hipnotizada momentáneamente, fue empujada fuera de la cueva por el dios Tajikarao, sellando la entrada con una piedra para evitar otro encierro.

Con su regreso, la luz volvió a iluminar el mundo y se restableció el equilibrio. Este episodio se celebra como una de las historias más simbólicas de la recuperación de la armonía y el ciclo entre la oscuridad y la luz, día y noche.

El espejo mágico usado en esta ocasión fue posteriormente entregado junto con otros objetos divinos —como la espada Kusanagi y una joya sagrada— al primer emperador mitológico de Japón como prueba de su linaje divino.

El legado espiritual del mito

La mitología de Izanagi e Izanami no solo explica la geografía sagrada de Japón, sino también los orígenes de sus principales deidades y su visión de la vida, el más allá, el orden natural, y la importancia de los rituales. Este relato ha influido en la legitimidad del poder imperial, la interpretación cíclica de la vida y la muerte, y ha nutrido el arte, la literatura y la religiosidad japonesa durante siglos. Para profundizar en otros relatos mitológicos, visita el gigante de arcilla.

Hoy en día, los kami siguen siendo venerados en santuarios sintoístas, muchas veces asociados a estos eventos mitológicos. A través de rituales, festivales y leyendas, Japón mantiene viva esta cosmovisión que entrelaza lo humano, lo divino y lo natural como partes inseparables de un mismo todo.

Las Ninfas de la isla flotante-5
Artículo relacionado:
Las Ninfas de la isla flotante: mito, historia y ciencia

Deja un comentario