Quién derrotó a Napoleón Bonaparte y cómo se decidió en Waterloo

Última actualización: octubre 25, 2025
  • Wellington y Blücher lideraron a la Séptima Coalición hacia la victoria decisiva en Waterloo.
  • El barro, la coordinación aliada y la llegada prusiana quebraron el dispositivo francés.
  • Errores previos (Rusia, Bloqueo Continental) y años de desgaste hicieron el resto.
  • El Congreso de Viena consolidó un nuevo orden europeo bajo vigilancia de las potencias.

Derrota de Napoleon Bonaparte

A la pregunta de quién derrotó a Napoleón Bonaparte, la respuesta corta es clara: la Séptima Coalición, bajo el mando aliado del duque de Wellington y el mariscal prusiano Gebhard L. von Blücher, impuso una victoria decisiva en Waterloo. Aquella jornada selló el final del Imperio Napoleónico y condujo al exilio definitivo del corso a Santa Elena.

Pero la historia completa es mucho más rica: un panorama histórico. Waterloo no fue un hecho aislado, sino la culminación de los Cien Días, una brevísima campaña en junio de 1815 que remató años de guerras, errores estratégicos, resistencias tenaces y una coordinación aliada cada vez más afinada. En estas líneas recorremos el contexto, los protagonistas, el minuto a minuto de la batalla, los números, los motivos de la derrota y sus enormes consecuencias para Europa.

Qué pasó en Waterloo: fecha, lugar y protagonistas

El 18 de junio de 1815, a unos veinte kilómetros al sur de Bruselas, el Ejército del Norte francés de Napoleón chocó con el ejército anglo-aliado de Wellington, mientras el ejército prusiano de Blücher acudía desde el este. Fue una jornada pasada por barro tras lluvias nocturnas que retrasaron movimientos y cañones, y que terminó con la derrota incontestable del bando francés.

El resultado político-militar fue inmediato: caída definitiva del I Imperio francés y exilio de Napoleón a Santa Elena. La victoria aliada cerró los Cien Días y apuntaló el orden europeo que pariría el Congreso de Viena. Wellington y Blücher se encontraron esa noche cerca de La Belle Alliance para felicitarse por el triunfo, y el nombre de la contienda quedó fijado como “Waterloo”.

Batalla de Waterloo

En el terreno participaron dos grandes bloques. Francia frente a la Séptima Coalición compuesta por británicos, neerlandeses, alemanes y prusianos, con apoyos de Hannover, Nassau y Brunswick. Al mando, Napoleón y Ney por el lado francés; Wellington y Blücher por los aliados. Las cifras fueron abrumadoras y el coste humano, estremecedor.

  • Beligerantes: Primer Imperio francés vs. Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, Reino de los Países Bajos, Reino de Prusia, Hannover, Nassau y Brunswick.
  • Comandantes: Napoleón Bonaparte y Michel Ney (Francia); Arthur Wellesley (duque de Wellington) y G. L. von Blücher (Coalición).

En efectivos directos en el campo principal: Francia reunió unos 74.500 hombres (254 cañones); el ejército de Wellington, 74.326 (156 cañones y una sección de cohetes), y los prusianos sumaron 51.401 (126 cañones). En bajas, se estima para la jornada de Waterloo cerca de 41.000 franceses y alrededor de 24.000 aliados (en torno a 17.000 anglo-aliados y 7.000 prusianos), cifras que varían por fuente pero coinciden en el carácter sangriento del choque.

La campaña de los Cien Días y las batallas previas

Todo arrancó cuando Napoleón escapó de Elba el 26 de febrero de 1815. El Congreso de Viena le declaró proscrito y se formó la Séptima Coalición. A mediados de junio, Napoleón avanzó hacia el norte para golpear por separado a Wellington y Blücher antes de que se unieran; el tiempo era su enemigo.

Quien derroto a Napoleon

El 15 de junio, los franceses tomaron Charleroi y cruzaron el Sambre. Hubo resistencia prusiana en Marchiennes y Charleroi; la deserción del general Bourmont sembró confusión en el IV Cuerpo francés. Ese día, las alas francesas se proyectaron hacia Quatre Bras (izquierda) y Fleurus (derecha), con la Guardia y el VI Cuerpo en reserva.

Al amanecer del 16, se desencadenaron dos choques simultáneos: Quatre Bras (Wellington vs. Ney) y Ligny (Napoleón vs. Blücher). En Ligny, los prusianos fueron batidos pero no destruidos; en Quatre Bras, la iniciativa del neerlandés Constant de Rebecque al mantener el cruce contra órdenes previas resultó vital para frenar a Ney. El episodio más controvertido del día fue el vaivén del I Cuerpo de Drouet d’Erlon, que no combatió ni en Ligny ni en Quatre Bras por mensajes cruzados, quizá decisivo de haberse empleado en cualquiera de los dos frentes.

El 17 de junio, Wellington se retiró en orden hacia la posición estudiada de Mont-Saint-Jean, cerca de Waterloo; llovió a mares. El barro lo empapó todo y la artillería francesa quedó lastrada. Napoleón destacó al mariscal Grouchy para perseguir a los prusianos con unos 30.000 hombres; las órdenes ambiguas y la indecisión de “marchar al cañón” que recomendaba Gérard aislaron a Grouchy, que a la postre combatiría en Wavre mientras la batalla decisiva se libraba en Waterloo.

La misma noche del 17 al 18, Blücher reorganizó sus fuerzas, incorporando el IV Cuerpo de Bülow, y prometió a Wellington llegar a tiempo. La suerte y el barro querrían que ese reloj, tan apretado, acabase marcando la diferencia.

El 18 de junio: del cañoneo al contraataque aliado

Las posiciones aliadas se anclaban en tres puntos clave: Hougoumont a la derecha, La Haye Sainte en el centro y Papelotte–La Haye a la izquierda. Napoleón inició el día intentando fijar a Wellington atacando Hougoumont, una granja fortificada bordeada al sur por un bosquecillo que se convirtió en una batalla dentro de la batalla. Los regimientos del príncipe Jerónimo expulsaron a los de Nassau del bosque y el huerto, pero nunca tomaron el interior; Hougoumont devoró tropas francesas durante horas sin romper la línea aliada.

El Emperador quiso abrir con su arma favorita, la artillería. Formó una gran batería (inicialmente 80 cañones, luego reforzados) frente al ala izquierda aliada. El terreno blando por la tormenta redujo los rebotes de los proyectiles y mitigó el efecto devastador del cañoneo, pese a causar bajas y quebrar baterías en la cresta aliada. Wellington, con su ejército replegado tras la línea de cresta, amortiguó el impacto.

Hacia las 13:30, Ney lanzó el gran asalto de d’Erlon contra el centro-izquierda aliado, con brigadas en columnas cerradas que ganaron la cresta bajo metralla y fusilería. La división Picton, veterana de España, resistió con grandes pérdidas; la caballería pesada británica (Household y Union Brigades) contraatacó con espectacular éxito, capturando águilas francesas, pero se desfondó al perseguir y sufrió un contraataque de coraceros y lanceros. Picton cayó muerto; la acometida francesa fue rechazada, pero la factura fue alta.

Por la tarde, cuando Napoleón se ausentó brevemente, Ney interpretó como retirada aliada una reposición de líneas y ordenó cargas masivas de caballería (IV Cuerpo de Milhaud, seguido por la caballería de la Guardia e incluso el III de Kellermann). Los cuadros aliados, cuatro filas de bayoneta, aguantaron oleada tras oleada, bombardeados entre cargas; los británicos y sus aliados respondieron con fuego disciplinado, apoyados por contraataques de caballería ligera. Estas cargas sucesivas agotaron a la caballería francesa sin quebrar la línea.

Mientras tanto, los prusianos de Bülow empezaban a llegar al flanco derecho francés (en torno a las 16:30), abriéndose paso hacia Plancenoit, donde se libró combate casa por casa. A las 18:00, La Haye Sainte cayó en manos francesas tras una defensa feroz de la KGL, que se quedó sin munición específica de rifle; una batería francesa adelantada vomitó metralla sobre el centro aliado, hiriendo a Alten, Kielmansegge, Halkett y al propio príncipe de Orange. Ney reclamó infantería para rematar el centro, pero Napoleón estaba absorbido conteniendo a los prusianos en Plancenoit.

Quedaba la reserva suprema. Alrededor de las 19:30, la Guardia Imperial avanzó “en escalón” por el sector centro-derecha, con cuadros de la Guardia Media y batallones de la Vieja Guardia en segunda línea. Ney, a caballo de su quinto corcel del día, encabezó el empuje. Una parte de las líneas anglo-aliadas cedió, pero los Guardias británicos de Maitland, agazapados tras la cresta, se alzaron a quemarropa y deshicieron a los cazadores; el 52.º de Infantería Ligera maniobró en flanco y remató la rotura. En el otro eje, la división neerlandesa de Chassé (Generaal Bajonet) contraatacó con artillería y bayonetas, envolviendo a granaderos de la Guardia Media. La mítica frase “La Garde recule” corrió como la pólvora y el pánico prendió.

En el extremo, Plancenoit terminó cayendo ante prusianos cada vez más numerosos, pese a la tenacidad de la Joven Guardia, que sufrió pérdidas superiores al 70%. Los últimos cuadros de la Vieja Guardia cubrieron la retirada en torno a La Belle Alliance; Wellington ordenó el avance general agitando su sombrero, y la línea aliada se volcó ladera abajo sobre un ejército francés roto.

La persecución aliada se prolongó hasta bien entrada la noche. Wellington y Blücher se saludaron cerca de La Belle Alliance alrededor de las nueve. Por todas partes, heridos, cañones abandonados y escenas de desolación típica de una gran derrota; no en vano el duque dejó dicho: “Nada hay más triste que una batalla ganada”.

Órdenes de batalla y cifras

En Waterloo, la Armée du Nord presentó 104 batallones, 113 escuadrones y 254 cañones (unos 74.500 hombres tras deducir bajas previas y fuerzas con Grouchy). En primera línea: I Cuerpo (d’Erlon), II Cuerpo (Reille), VI Cuerpo (Lobau), III y IV de caballería (Kellermann y Milhaud) y, en reserva, la Guardia Imperial.

  • Anglo-aliados en el campo principal: 74.326 efectivos (aprox. 28% neerlandeses/Nassau, 38% británicos, 10% KGL, 23,7% Hannover/Brunswick) y 156 cañones; parte del ejército quedó guarneciendo Hal (unas 32.000 milicias en su mayoría).
  • Prusianos: 51.401 combatientes y 126 cañones llegados a Waterloo ese día, en el marco de un Ejército del Bajo Rin de más de 126.000 hombres (304 piezas) distribuidos en cuatro cuerpos (Zieten, Pirch, Thielmann y Bülow).

El balance de toda la campaña de cinco días en los Países Bajos (15–19 de junio) encadena Ligny, Quatre Bras, Waterloo y Wavre:

  • Ligny (16 de junio): franceses 65.731 y 210 cañones (más 10.000 que no entraron a tiempo) vs. prusianos 93.174 y 210; bajas estimadas: 13.700 franceses y 18.800 prusianos (además de deserciones).
  • Quatre Bras (16 de junio): franceses ~24.000 y 60–92 cañones vs. anglo-aliados ~36.000 y 42; bajas: ~4.000 franceses y ~5.200 aliados.
  • Waterloo (18 de junio): franceses 74.500 y 254 cañones; aliados hasta 140.000 sumando prusianos (inicialmente 74.300 anglo-aliados y 156 piezas); bajas: ~41.000 franceses y ~24.000 aliados (17.000 anglo-aliados, 7.000 prusianos).
  • Wavre (18 de junio): Grouchy (~33.000 y 80 cañones) vs. prusianos (~17.000 y 48); bajas de 2.500 y 2.400 respectivamente.

En conjunto de campaña, se calcula: Francia 122.700 efectivos (366 cañones); Prusia 126.300 (304); Anglo-aliados 112.000 (222), con bajas totales aproximadas de 64.600 franceses, 40.200 prusianos y 22.600 anglo-aliados. Los márgenes de error dependen de recuentos y fuentes, pero la escala y el desenlace son indiscutibles.

Quién derrotó a Napoleón y por qué

En términos operativos, Wellington y Blücher derrotaron juntos a Napoleón: el primero sosteniendo una defensa elástica y calculada en la cresta de Mont‑Saint‑Jean, el segundo erizando el flanco derecho francés hasta quebrar Plancenoit. A su lado, figuras clave inclinaron la balanza: Gneisenau aseguró la unión con Wellington tras Ligny; Zieten reforzó a tiempo la izquierda aliada; Bülow abrió el frente prusiano con dos brigadas decisivas a media tarde; De Rebecque sostuvo Quatre Bras el 16; y Chassé culminó el contraataque en el tramo final de la jornada.

En el bando francés, Grouchy cumplió formalmente su orden de perseguir a los prusianos pero no marchó “al sonido del cañón” hacia Waterloo cuando podía haberlo intentado; Ney, el “bravo de los bravos”, rozó la ruptura del centro aliado pero agotó su caballería en cargas repetidas y no pudo coordinar infantería y artillería en el momento crítico tras la caída de La Haye Sainte. La confusa gestión del I Cuerpo de d’Erlon el día 16 privó a Napoleón de un elemento potencialmente decisivo en Ligny o Quatre Bras.

  • Terreno y meteo: el fango amortiguó la artillería francesa y ralentizó despliegues; la cresta de Wellington protegió su línea.
  • Cooperación aliada: coordinación estratégica anglo‑prusiana basada en compromisos previos y mensajería eficaz en el día clave.
  • Desgaste previo: el imperio llegaba lastrado por años de guerra, penurias y deserciones, y con una Europa movilizada en su contra.
  • Tiempo: el gran enemigo de Napoleón en junio de 1815; cada hora de retraso favorecía la llegada prusiana.

Y, sobre el trasfondo, la superioridad financiera e industrial británica sostuvo coaliciones, armó ejércitos y pagó deudas a tipos inferiores a los franceses. El Bloqueo Continental pretendió asfixiar a Reino Unido, pero empujó a Francia a controlar de Lisboa a Moscú, encendiendo nacionalismos (alemán, entre otros) y abriendo frentes inasumibles. La campaña rusa de 1812 fue el gran drenaje de hombres, caballos y moral, una herida que Waterloo solo terminó de abrir.

Derrotas anteriores que erosionaron su poder

La caída de Napoleón no fue cosa de un solo día. Trafalgar (1805) anuló su proyecto naval; la Guerra de la Independencia española (1808–1814) fue un desgaste sin fin; y a partir de 1812 se encadenaron golpes que minaron el potencial imperial.

  • Segunda Bassano (1796) y Caldiero (1796): reveses tácticos tempranos ante Alvincz en Italia.
  • Asedio de Acre (1799): fracaso en la expedición de Egipto y Siria.
  • Aspern‑Essling (1809): primer gran revés en tierra, con la muerte del mariscal Lannes.
  • Krasnoi (1812): zarpazo durante la retirada de Rusia, tras la victoria pírrica de Borodinó.
  • Leipzig (1813): la “batalla de las Naciones”, derrota masiva frente a la Sexta Coalición.
  • La Rothière, Laon y Arcis‑sur‑Aube (1814): golpes consecutivos en la campaña de Francia que forzaron la primera abdicación.

Para el verano de 1815, el colchón de reservas y el margen político interno franceses estaban exhaustos. Waterloo fue el último acto de una tragedia que venía escribiéndose desde hacía años.

Consecuencias: Congreso de Viena y nuevo orden europeo

Tras Waterloo, los aliados entraron en Francia mientras crecían deserciones y maniobras políticas en París. Napoleón abdicó en favor de su hijo, pero el 8 de julio se restauró a Luis XVIII; el mariscal Ney fue ejecutado por traición, y se desató el “Terror Blanco” contra bonapartistas y liberales. Incapaz de huir a Estados Unidos, Napoleón se entregó a los británicos y fue deportado a Santa Elena, donde moriría en 1821.

En el plano internacional, el Congreso de Viena remató el mapa: Francia volvió a sus fronteras de 1790/1792, pagó fuertes indemnizaciones y sufrió una ocupación aliada. Nacieron la Santa Alianza (Rusia, Austria y Prusia) y la Cuádruple Alianza (con Reino Unido), cuyo objetivo era preservar el orden y sofocar brotes revolucionarios. La Confederación del Rin fue sustituida por la Confederación Germánica, y la hegemonía continental se repartió entre Austria, Prusia y Rusia, mientras Gran Bretaña expandía su imperio marítimo (Malta, Ceilán, Cabo, Mauricio, etc.).

El caso español ilustra bien la geopolítica de la época: pese al enorme esfuerzo contra Napoleón, España quedó prácticamente al margen del reparto y más tarde sufriría la intervención francesa de 1823 (los “Cien Mil Hijos de San Luis”) para sostener a Fernando VII. Dentro del concierto posterior, el Zollverein prusiano fue sembrando una futura unidad alemana de base económica. La paz duró, con altibajos, hasta Crimea (1853), cuando el equilibrio saltó por los aires.

Un apunte menos épico y más macabro: investigaciones recientes han señalado el comercio de huesos procedentes de campos de batalla como Waterloo para hornos de la industria azucarera, con exhumaciones denunciadas en la década de 1830; otro rastro, poco heroico, de la Europa que emergía del conflicto.

Waterloo contestó definitivamente a la pregunta que da pie a este artículo: a Napoleón lo derrotó una coalición amplia, bien financiada y coordinada, con Wellington sosteniendo y Blücher rematando, en un día donde el barro, las decisiones tácticas y el reloj jugaron en su contra; y lo derrotó, también, una década de desgaste, errores estratégicos (Rusia, Bloqueo Continental) y una Europa movilizada por el dinero británico y el latido del nacionalismo. El 18 de junio puso el punto final, pero la historia venía de lejos.

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